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Foto del escritorNatalia Marfil

El aula como espacio vivo

Cuando nos hacemos la pregunta: ¿Qué elementos conforman un aula?, sin duda lo primero que se nos viene a la cabeza son los alumnos, después el docente y por último un espacio que propicie el aprendizaje. En esta entrada voy a reflexionar sobre el aula como espacio físico y sobre las últimas modificaciones que he llevado a mi clase.

Antes que nada, un poco de contexto. Trabajo como profesora de ELE en una academia privada en Málaga, donde doy clase a personas solicitantes de asilo. En estos momentos tengo un grupo de A1 con 12 alumnos de diferentes nacionalidades, edades y nivel formativo. Algunos llevan meses en clase, mientras que otros acaban de empezar. La principal característica del grupo es la heterogeneidad.


En clase sigo un enfoque comunicativo basado en funciones y ejes temáticos en los que se desarrollan los contenidos. Disponemos de una pizarra, una televisión y aunque no usamos un manual, tengo acceso a una fotocopiadora para proporcionar material a los alumnos.

Llevo meses en el mismo aula con la misma disposición. Las mesas estaban colocadas en filas (dibujo 1) mirando hacia la pizarra. Esta forma clásica de organizar la clase es herencia de las clases magistrales en las que el profesor era el centro. Los alumnos escuchan y el profesor habla. Quizás en ciertos contextos educativos tenga sentido, pero en una clase de idioma extranjero dificulta el monitoreo, además de que los estudiantes se están dando la espalda la mayor parte del tiempo.



Después de darle algunas vueltas sobre cómo recolocar las mesas, pensé en dos posibles diseños. El clásico diseño en U (dibujo 2) o en colocar las mesas para que los estudiantes trabajen en grupos de 4 (dibujo 3). Me sentía más atraída por la segunda posibilidad, ya que fomenta el trabajo colaborativo. Sin embargo, dadas las características del grupo, no es posible llevar a cabo un aprendizaje por proyectos ni crear verdaderos equipos. Un equipo, según Cassany (2004) “suele tener larga vida”, sin embargo, la asistencia a clase de este perfil de alumnado es irregular.


Finalmente, me decidí por el diseño en U. Llevamos una semana de clase y estas son las ventajas que he observado:


- Los alumnos pueden mirarse a la cara cuando habla uno de ellos. Por lo tanto, pueden reconocerse y se hace más fácil escuchar y compartir. Se rompe la unidireccionalidad.

- Hay más espacio libre para hacer actividades en las que tienen que moverse.

- Me permite gestionar mejor, monitorear y dar atención personalizada a los que lo necesitan.


En este tipo de contexto, en el que los alumnos son migrantes, resulta de vital importancia tener en cuenta los factores afectivos para favorecer la cooperación y la interculturalidad. De ahí, la importancia de moldear el espacio y hacerlo nuestro, de crear las condiciones adecuadas para facilitar un buen clima en clase. En definitiva, de considerar el aula como un espacio vivo.

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